domingo, 17 de abril de 2011

Segundo ensayo

Sentido o insensibilidad
El texto que sirve de introducción al Tractatus Logico-Philosophicus de L. Wittgenstein es, en mi opinión, muy interesante por dos motivos; en primer lugar porque nos permite ver las intenciones iniciales del autor al escribir la obra, y en segundo lugar porque muestra la sensación que dejó en él la finalización de la misma. La influencia que tuvo en la manera de pensar del momento debió de ser enorme, de una magnitud que ahora mismo nos cuesta imaginar dado el carácter fugaz de todo lo que se escribe hoy en día, donde nada parece repercutir más allá de un par de telediarios. Su contenido es decisivo para entender el modo de pensar de los autores analíticos, y por extensión, para comprender nuestra sociedad actual.
En él se explica que hay que distinguir entre aquello de lo cual no se puede hablar con claridad de aquello que sí puede ser expresado claramente. De lo primero no hay nada que decir, mientras que lo segundo puede, y debe ser enunciado con claridad. Aunque entiendo su postura, que es muy razonable ante los excesos de confusión de autores anteriores, como los idealistas alemanes, no la comparto, porque pienso que el ideal de claridad puede llevar a una simplificación que no responde a la totalidad de la realidad. 
Hace poco oí que un “motero nunca se pierde, encuentra nuevas rutas”. En este sentido creo que el pensamiento es como un motero, que, lejos de estar extraviado, no hace sino descubrir nuevos caminos o aspectos de la realidad. Por eso pienso que no se debe buscar la exactitud propia de las ciencias experimentales en otros campos del saber, porque, sencillamente, hay ámbitos donde no se puede dar esa precisión. Pretender, por ejemplo, que la justicia tenga un rigor y una infalibilidad propia de las matemáticas es algo absurdo en su mismo planteamiento, pero nadie cree por ello que la justicia no exista o no deba hablarse de ella. 
La sociedad actual es probablemente la sociedad más incoherente de todos los tiempos. Por un lado, posee gran confianza en las ciencias experimentales (cuando, en realidad, se basan en gran medida en postulados o axiomas que no pueden ser demostrados, sobre los cuales se construyen posteriormente las conclusiones), mientras que por otro renuncia a la profundización del espíritu. La ausencia de una fundamentación  sólida puede verse fácilmente en la incapacidad de nuestra civilización de dar una respuesta a los graves problemas éticos a que nos enfrentamos hoy en día. Desde mi punto de vista, lo más peligroso de nuestra situación actual no son los problemas en sí, pues son los que nos ha tocado vivir del mismo modo que en épocas anteriores tuvieron que luchar contra otras injusticias, sino la insensibilidad casi total que hay en torno a esos conflictos, así como la falta de determinación e implicación real. El otro día, hablando con mi hermano ingeniero de estos temas, y tras utilizar todo tipo de argumentos alarconianos sobre la subalternación de las ciencias, creo que logré transmitirle la importancia de considerar una ciencia primera, aunque me quedé lejos de conseguir cualquier indicio de resolución de cara a la acción. La pereza es una gran plaga que nos afecta a todos hoy por hoy, la pasividad ante las iniquidades que se cometen, el conformismo ante lo que nos rodea, en definitiva, la pérdida de la voluntad de luchar que acaba en la pérdida del amor a la vida. 
Asimismo, creo que gran parte de la degeneración actual procede de la decadencia en la concepción de la política. Cuando se pierde el sentido de la comunidad es fácil caer en el individualismo y en la simple búsqueda del interés propio, olvidando completamente nociones como el servicio, la entrega o el sacrificio. La apariencia democrática de muchos países occidentales es muy conveniente para una sociedad masificada cuyos individuos se engañan a sí mismos al pacificar su conciencia depositando un inocente voto. Pero lo cierto es que ese voto, junto con los impuestos, es el precio que estamos dispuestos a pagar para desentendernos de la participación activa en nuestro entorno. El grado de aceptación a los despropósitos llevados a cabo por nuestro representantes es tan alto por parte de la población, que se ha generado un gran circo en torno a la política donde el único requisito para entrar parece ser desprenderse de todo indicio de honradez u honestidad, y tener un firme propósito de llenarse los bolsillos. Ante este panorama no resulta fácil presentar soluciones reales, aunque es probable que si simplemente nos hiciéramos cargo del problema, y surgiera la voluntad común de salir de él ya habríamos ganado bastante. 

lunes, 4 de abril de 2011

Primer ensayo

Vaguedad y engaño
Desde pequeño me he preocupado por el futuro de la humanidad en su conjunto, aunque lo que más me ha interesado siempre es la acción humana individual. Me apasionaba ver cómo algunos grandes hombres cambiaban el curso de los acontecimientos de su época con su firme resolución. A lo largo del siglo XX, y coincidiendo con el auge de las nuevas formas de comunicación y de transmisión de la información, la acción humana se ha visto cada vez más identificada con el empleo del lenguaje. Así, el lenguaje ha sido ensalzado en gran medida, y se ha comprendido la necesidad de manejar bien esta técnica. Los grandes ideólogos de comienzos de siglo se dieron cuenta del poder que encerraba el lenguaje, y su empleo fue decisivo en el surgimiento de los regímenes totalitarios en Europa.
Al leer el texto de B. Russell, me he puesto a considerar los peligros que tiene el establecer el lenguaje como única vía de acción en el hombre. Trataré de explicarme lo mejor que pueda, pues no quiero que se piense que en este ensayo se pretende atacar el lenguaje o devaluarlo de algún modo, sino que más bien lo que se intenta es aclarar que el lenguaje tiene sus limitaciones y sobre todo, mostrar que existen otras vías de acción que no llevan por medio la palabra.
En el texto “Vaguedad”, Russell expone que “todo lenguaje es vago”, en el sentido de que cualquier enunciado o proposición está siempre sujeta a una cierta ambigüedad. No es mi propósito rebatir su argumentación (que considero bastante sólida), sino analizar las consecuencias que una teoría así puede ocasionar. Me parece que lo único que hay que hacer para ver los posibles efectos de una doctrina así es mirar a nuestro alrededor. Posiciones como el escepticismo o el relativismo están tan extendidas que incluso los que tratan de luchar con todas sus fuerzas contra ellas (como yo) se encuentran a menudo afrontando problemas desde un punto de vista escéptico o relativista. Si el lenguaje es siempre ambiguo, y toda nuestra capacidad de actuar se basa en el lenguaje, entonces es imposible establecer algo así como una ética universal, y todo se reduce a la ambigüedad de las circunstancias. Del mismo modo, la Verdad queda en entredicho, siendo reemplazada por la cómoda postura relativista, que casi siempre va acompañada de una cierta renuncia a la racionalidad (es corriente que las disputas con quienes “piensan” así terminen con alguna frase del tipo “bueno, eso es lo que te parece a ti” o “esa es tu opinión”, con el consecuente rechazo a tratar de comprender cualquier razonamiento empleado en la discusión). Aunque pienso que esta es una postura equivocada en muchos sentidos, mi única intención aquí es mostrar que es la que de hecho sostienen muchas personas en la actualidad.
En este sentido, creo que sería necesaria una reconsideración del carácter objetivo del mundo, un cierto acercamiento a lo que dicta el sentido común. Pero eso es algo que dejo para otra ocasión. Por el momento lo que me interesa es destacar la resolución de la acción humana frente a lo que se puede denominar palabrería estéril. Lo que trato de decir es que en un mundo donde la vaguedad del lenguaje está más presente que nunca, hace falta menos justificación expresa y más coherencia interna en la acción. Por poner un ejemplo: cuando los primeros cristianos se vieron perseguidos en el Imperio Romano, no disponían de medios para defenderse, y sin embargo, con su sacrificio y la coherencia de sus vidas su ejemplo ha llegado hasta nosotros. Hoy en día, en cambio, nos escudamos en la supuesta racionalidad de nuestra sociedad para no actuar, para no implicarnos. Nos escaqueamos de nuestro deber para mantener la comodidad de una vida fácil y sin complicaciones. El lenguaje ha sido utilizado por muchos para crear esta situación mediante el engaño y la manipulación, donde lo importante es la apariencia, lo superficial, lo falso. 
Este texto no es en ningún caso una crítica contra el lenguaje, sino contra la actitud de aquellas personas que, mediante una práctica utilitarista del mismo han ocasionado un declive en la calidad intelectual de la sociedad. Por eso, una persona actualmente se ve desbordada por la cantidad de cosas que se escriben o publican sin previa reflexión (que en muchos casos vienen ocasionadas por el afán de actualidad de la actividad periodística). Esto lleva a menudo al surgimiento de la conciencia escéptica que tan perniciosa es desde un punto de vista humano. Precisamente porque el lenguaje es algo muy valioso, pienso que no hay que malgastarlo en discursos inútiles, sino que hay que emplearlo para hablar de lo que de verdad importa.

Presentación del blog

¡Hola a todos! Voy a aprovechar este blog para hablar sobre dos de mis pasiones, entre las que encuentro profundos puntos de unión, la filosofía y las motos (aunque cualquier cosa con un par de ruedas y un motor me vuelve loco). Pero bueno, si bien la mayor parte de lo que aparezca aquí tendrá sobre todo un carácter filosófico, no dejaré de incluir referencias al espíritu motero que me parece fascinante.